Ideas profundas y sencillas sobre las virtudes
La virtud como trasformación de la persona: lo individual y las interacciones sociales siempre van juntas
El desarrollo de toda verdadera virtud supone siempre una profunda trasformación en el individuo, tanto a nivel personal, en su intimidad, como en la forma que se plantea las relaciones con los otros. Si esta trasformación no es doble —ad intra y ad extra— no podemos hablar de virtudes. Al respecto, existe un error muy extendido de confundir las virtudes con meras capacidades o habilidades personales, las cuales nos ofrecen una imagen incompleta y a veces caricaturesca del verdadero desarrollo personal. También se da lo contario, el error ingenuo de pensar que la virtud nace solo con la mera interacción personal, ya que la vida social y los contactos con los otros no provocan de suyo el crecimiento virtuoso. Pensemos sino en lo que pasa en una comunidad de maleantes. A esto se une el hecho de existir virtudes, como las intelectuales, que requieren sobre todo trabajo en solitario. Hay interacciones sociales que pueden agostar o incluso destrozar una virtud incipiente nacida en la soledad personal. Aristóteles lo explica bien cuando habla del carácter ético (personal) y político (social) de la virtud, y Tomás de Aquino vuelve sobre este tema cuando reconoce que el bien común y el bien individual, los propios de una auténtica vida virtuosa son dos facetas del bien de la vida humana orientada a su plenitud. No son dos tipos de bienes separables. Ni siquiera es bueno hacerlo como estrategia pedagógica: ni para dar primacía a lo individual, ni para crear un modelo de desarrollo virtuoso basado solo en la interacción con los otros.
Diez preguntas y respuestas sobre la educación en virtudes y valores
1. ¿Por qué la enseñanza de valores y virtudes es un tema de gran actualidad en nuestros días?
R. Empieza a haber una extendida sensibilidad y cada vez un mayor consenso desde diferentes ámbitos sociales como la familia, la escuela y la empresa, sobre la necesidad de una mayor solidez y profundidad en el desarrollo y formación de personas. En este sentido la educación en valores y virtudes aparece como la opción más adecuada, ya que es la única que afronta al mismo tiempo la necesidad de la formación ética y moral junto con una práctica atractiva, eficiente y clara para una auténtica transformación positiva de las personas.
2. ¿Es lo mismo formar en virtudes que formar en valores?
R. Aunque en un sentido práctico las usemos de forma sinónima, sin embargo, no son exactamente lo mismo. El valor es un reconocimiento del bien por parte de la persona que, gracias a su capacidad estimativa, descubre el bien, la verdad y la belleza, en el mundo que le rodea. Los valores son captados siempre de manera personal y aparecen en todas las culturas, sociedades, comunidades etc. No obstante, las virtudes tienen un carácter práctico, podemos decir que en cierto modo se tratan de valores encarnados en cada persona. Las virtudes se trasmiten y forman a cada ser humano por acciones concretas y son reconocibles y admiradas por las comunidades.
3. ¿Las virtudes y valores son objetivos o subjetivos? ¿Qué nos dicen acerca del bien de la persona?
R. Aunque en muchos momentos se ha usado tal perspectiva, quizá el esquema objetividad-subjetividad no sea el más adecuado para explicar el marco en el que se desarrolla la educación en virtudes. Parece más correcto hablar del sentido de la realidad y de la relación que existe entre el bien personal y el bien común, como dos elementos intrínsecamente relacionados. También, el valor transformador de determinadas acciones para el logro de la felicidad de la persona y las comunidades. Los bienes que se desarrollan y se hacen propios por medio de la vida virtuosa no son elementos objetivos, entendidos estos como leyes, reglamentos escritos o normas de comportamiento captadas intelectualmente por un sujeto pensante, sino bienes personales existentes en todas las sociedades y las culturas que aparecen cuando en ellas se da el florecimiento de la vida personal. Por poner algunos ejemplos estas serían: la virtud de la sinceridad, la valentía, el sentido del trabajo bien hecho, el cuidado y protección de lo más débiles, etc.
4. ¿Que pretende la formación en valores y virtudes?
R. El objetivo fundamental de este sistema formativo consiste en la formación integral de la persona en todos sus ámbitos: intelectual, volitivo, afectivo, corporal, social. Todos estos elementos ordenados armónicamente suponen la formación en virtudes y valores. La formación en valores y virtudes enlaza así el bien de la persona junto al bien común social, como explica Aristóteles, lo ético entendido como desarrollo moral del carácter y lo político comprendido como desarrollo comunitario. En ambos casos la armonía que alcanzará la persona se orientará a la felicidad como un proyecto práctico y tangible en el que ella misma y los demás caminan juntos. Los valores y las virtudes entendidos de tal
manera no son elementos orientados solo al desarrollo individualista si no al crecimiento perfectivo de la persona y la comunidad al mismo tiempo.
5. ¿Qué ventajas ofrece la formación en valores y virtudes en relación con la tradición, la situación actual y el futuro de la educación?
R. Se puede hablar aquí del respeto y reconocimiento a una sólida y probada tradición en la formación de personas que se inicia con la paideia griega y que recorre toda la historia de la educación y que en un momento dado incorpora los elementos de la tradición judeocristiana y que más han contribuido a la humanización de las culturas y las sociedades. Los contenidos epistemológicos en los que se basa la formación en virtudes poseen el arraigo y la solidez de lo que ha tenido éxito en la formación integral del ser humano junto a la necesidad de su renovación en el tiempo presente.
6. ¿Para qué sirven la formación en virtudes?
R. La formación en virtudes no tienen una orientación utilitaria, sino que se sustenta en la idea de entender que el ser humano está hecho para ser feliz alcanzando una vida plena. Las virtudes son el medio práctico más adecuado para lograrlo. Se concretan en valores y hábitos operativos que moldean el carácter creando disposiciones estables para actuar siempre de la mejor manera, desarrollando así lo que Aristóteles denomina una “segunda naturaleza”.
7. ¿Es lo mismo formar en competencias racionales técnicas o éticas que en virtudes morales e intelectuales?
R. Hoy por hoy es importante distinguir entre virtudes y competencias educativas a la hora de formar a un educando. Desde una visión práctica del tema no existe una contradicción real entre competencias y virtudes, siempre y cuando la competencia sea un camino para el desarrollo de la vida virtuosa. Sin embargo, las virtudes tienen un componente moral y ético insustituible y no solo ofrecen una dimensión práctica o técnica del desarrollo humano como ocurre con las competencias. Toda virtud para que se constituya como tal debe arraigarse en la intimidad de la vida personal y no solo en metas medibles o cuantificables. La virtud, frente a la competencia, necesita siempre y según el caso profundidad, y una conversión más o menos profunda hacia el bien, la verdad y la belleza.
8. ¿Cómo se lleva a cabo la formación en virtudes?
R. Formar en virtudes supone concretar la tarea educativa en metas y acciones tangibles, gracias a ellas, por medio de la repetición, se puede lograr formar un hábito. Aunque la meta última de la formación en virtudes no consiste solo en el logro del hábito mediante la repetición de conductas sino una transformación de la interioridad de la persona hacía el bien, la verdad y la belleza.
9. ¿Cuáles son las virtudes y valores más importantes para educar?
R. Existen muchos valores y virtudes de gran importancia. Desde el punto de vista operativo la más importante, por ser la madre y medida de todas las demás, es la virtud de la prudencia. Gracias a ella se consigue en el educando un hábito práctico del comportamiento que incide una transformación del carácter. Cuando la prudencia crece ordena las demás virtudes para tomar decisiones adecuadas para loa propia vida, incluso cuando existen bienes que aparentemente podrían oponerse entre sí. Aun así, siendo la prudencia la virtud más importante desde el punto de vista de la práctica, sin embargo, necesita a otra virtud superior como es la caridad. Sin la virtud de la caridad la prudencia es incompleta. El ejercicio de la acción humana tiene un carácter teleológico y finalístico y sólo el desarrollo de la virtud del amor, entendida en sentido pleno, resuelve plenamente por qué de la acción del ser humano en el tiempo presente y su realidad trascendente.
10. ¿Cómo se forman las virtudes existe algún planteamiento o estrategia válido para aplicar siempre por parte de los educadores?
R. Desde el punto de vista práctico la planeación y el orden tanto en los pasos como en la fijación de objetivos para la formación de virtudes es fundamental. Sin embargo, no podemos hablar de un esquema rígido generalizable de formación en virtudes para todos los individuos, ya que las circunstancias personales sociales y culturales sirven para contextualizar cada acción virtuosa. Siempre es fundamental para la educación en virtudes que el educador se esfuerce primero por vivirlas. Al respecto, no se exige de él la perfección virtuosa, pero sí un empeño sincero por lograr la virtud que está enseñando. La influencia personal y el ejemplo es el elemento más importante para la formación en virtudes.