Una revisión sistemática de 44 ensayos clínicos publicada en The American Journal of Clinical Nutrition revela un patrón claro: los estudios sobre carne roja financiados por la industria presentan con mayor frecuencia resultados favorables sobre la salud cardiovascular, en gran parte por las decisiones metodológicas que guían su diseño.

250602 portada noticia 1024x640 ¿Es saludable la carne roja? Depende de con qué alimento la compares Estudiar en Universidad Privada Madrid

The New York Times ha dedicado un reportaje a esta investigación bajo el título “Is Red Meat Bad for Your Heart? It May Depend on Who Funded the Study” (Canva.com).

El análisis, que abarca investigaciones realizadas entre 1980 y 2023, sugiere que la diferencia no está tanto en la calidad metodológica de los estudios incluidos, sino con qué se compara el consumo de carne roja no procesada.

El trabajo, liderado por el investigador Miguel López Moreno desde la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), analiza cómo determinadas decisiones metodológicas, como el alimento con el que se compara la carne roja no procesada, pueden condicionar las conclusiones sobre sus efectos en la salud cardiovascular.

El debate llega a los medios internacionales

El impacto del estudio ha ido más allá del ámbito académico. The New York Times dedicó un reportaje a esta investigación, recogiendo sus principales hallazgos bajo el título: Is Red Meat Bad for Your Heart? It May Depend on Who Funded the Study. El artículo, ampliamente difundido en redes sociales, ha abierto un nuevo capítulo en el debate sobre nutrición, financiación y sesgos científicos. “La repercusión mediática demuestra que existe un interés real por saber cómo se construyen las recomendaciones sobre alimentación”, comenta López Moreno.

¿Influye quién paga el estudio?

“La industria no manipula los datos, pero sí puede decidir qué preguntas de investigación se hacen y cómo se diseñan los estudios para darles respuesta”, explica el investigador. Los ensayos financiados por la industria cárnica, según el análisis, tienen casi cuatro veces más probabilidades de presentar efectos favorables o neutros sobre la carne roja que los estudios independientes.

El sesgo no reside en los resultados en sí, sino en las decisiones metodológicas clave: por ejemplo, con qué alimentos se compara. Si el grupo de control incluye productos como cereales refinados o carnes procesadas, es más probable que la carne roja resulte ventajosa.

Eres lo que no comes

Como recuerda la editorial que acompaña al estudio, lo que determina si un alimento es saludable no es solo su perfil nutricional, sino también con qué lo estamos sustituyendo. “Cada decisión implica dejar de comer otra cosa. Y eso también importa”, señala López Moreno.

En los estudios financiados por la industria, la carne roja rara vez se compara con legumbres o frutos secos. En su lugar, se mide frente a opciones de menor calidad nutricional. Esto puede generar la impresión de que es saludable, cuando en realidad solo es “menos mala” que lo que se ha escogido como referencia. En cambio, los estudios no financiados por la industria compararon el efecto de la carne roja no procesada con fuentes de proteína vegetal, como legumbres o frutos secos, reportando un efecto negativo sobre la salud cardiovascular.

“El contexto lo cambia todo. Los resultados dependen del comparador. Por eso es fundamental analizar bien el diseño de los estudios y no quedarse solo con las conclusiones”, insiste el experto.

Cuando falta financiación pública, la ciencia depende del mercado

Uno de los motivos por los que abundan los estudios financiados por la industria es la baja inversión pública en nutrición. En Estados Unidos, por ejemplo, apenas el 5 % del presupuesto del Instituto Nacional de Salud (NIH) se destina a esta área.

“Si los fondos públicos no cubren las necesidades, los investigadores terminan recurriendo a quien sí tiene recursos: la industria. Y eso condiciona qué se investiga y cómo se investiga”, apunta López Moreno.

La dieta mediterránea basada en plantas, una alternativa sólida

Además de señalar sesgos, el investigador trabaja en nuevas propuestas alimentarias. En su ensayo clínico OMNIVEG, comparó los efectos de una dieta mediterránea estándar con una versión 100 % vegetal. Las personas que siguieron la dieta mediterránea vegana mejoraron significativamente en algunos indicadores de salud cardiovascular como el colesterol LDL, presión arterial y marcadores inflamatorios.

“No se trata de eliminar la carne, sino de entender que hay alternativas nutricionales válidas, saludables y sostenibles en beneficio de la salud pública”, afirma López Moreno.

Nutrición más allá de los titulares

Para el investigador, otro gran desafío es la forma en que se comunican los hallazgos científicos. “La gente quiere respuestas simples: ¿es buena o mala la carne roja? Pero la nutrición no funciona así. Hay que mirar el contexto y el conjunto de la dieta”.

Desde su cuenta de Instagram @nutreconciencia, López Moreno divulga contenidos que traducen la evidencia científica en claves comprensibles, sin alarmismos. “Las redes pueden ser parte del problema, pero también parte de la solución si se usan bien”, apunta.

Comer bien también depende de dónde y cómo vives

López Moreno comenta que la alimentación saludable también está determinada por factores sociales. “No puedes recomendar nueces o pescado azul si esos alimentos no son asequibles o accesibles para todos”.

Por eso, considera fundamental que las políticas públicas garanticen entornos que faciliten decisiones alimentarias saludables, más allá del nivel de ingresos o el lugar de residencia.

Ciencia con independencia y propósito social

Desde el grupo de investigación en Dieta, Salud Planetaria y Rendimiento de la UFV, Miguel López Moreno promueve una ciencia crítica, rigurosa y útil. “No basta con publicar en revistas científicas. Hay que explicar bien lo que sabemos, y formar a profesionales capaces de interpretar e investigar con sentido social”.

En un debate donde los medios, la industria y la opinión pública se entrecruzan, su mensaje es claro: la salud pública necesita una ciencia libre, transparente y bien comunicada. Porque cuando se trata de alimentación, lo que está en juego no es solo lo que comemos, sino la confianza social en la ciencia.

En este sentido, la UFV confía en las distintas investigaciones científicas que ayuden a aportar información para mejorar la vida y la salud del ser humano.