¿Y si el miedo tuviera una explicación biológica e incluso una forma de desactivarse? Un equipo de investigadores liderado por la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) ha identificado tres factores clave (hormonales, microbianos y genéticos) que podrían explicar por qué algunas personas superan un trauma, mientras otras quedan atrapadas en él.

250620 portada noticia 300x188 El miedo que no se apaga: hormonas, microbiota y genes detrás del trauma persistente Estudiar en Universidad Privada Madrid

Un nuevo estudio revela las bases biológicas del trauma persistente.

El estudio, publicado en la revista científica Translational Psychiatry, plantea nuevas formas de comprender y tratar los mecanismos que mantienen activo el miedo tras una experiencia traumática.

El miedo persistente, una amenaza para la salud mental

Los trastornos de ansiedad, entre ellos el trastorno por estrés postraumático (TEPT), afectan a millones de personas en todo el mundo.

Según la Organización Mundial de la Salud, más de 300 millones de personas vivían con algún tipo de trastorno de ansiedad en 2019. En el caso del TEPT, el miedo no solo se recuerda: se revive una y otra vez, como si el cuerpo no supiera que el peligro ya ha pasado.

Fernando Berrendero, neurocientífico e investigador de la Universidad Francisco de Vitoria, lo resume en una frase contundente: “El miedo es una emoción necesaria para sobrevivir. Sin miedo, la humanidad ya se habría extinguido. Pero cuando se queda encendido, puede convertirse en una trampa mental”.

Un modelo para observar cómo se apaga (o no) el miedo

Para comprender por qué unos individuos logran salir de esa trampa y otros no, el equipo de Berrendero recurrió a un modelo experimental ampliamente validado en neurociencia. Utilizaron ratones macho y hembra que, tras ser expuestos a un sonido asociado a una leve descarga eléctrica, desarrollaban una respuesta de miedo.

Después, durante varios días, los científicos presentaban de nuevo el sonido, esta vez sin descarga, para evaluar si los animales eran capaces de desaprender la asociación con el peligro.

Los resultados fueron reveladores: algunos ratones extinguían rápidamente la respuesta de miedo (resilientes), mientras que otros seguían presentando una respuesta de inmovilidad ante el sonido, como si no hubieran asimilado la nueva información de que ya no había amenaza (susceptibles).

Esa variabilidad, explican los investigadores, refleja lo que también sucede en humanos tras una experiencia traumática: la mayoría de las personas se recupera, y hay quien acaba desarrollando un trastorno del estrés postraumático (TEPT).

A partir de esta clasificación, el equipo analizó una serie de indicadores hormonales, genéticos y microbianos en ambos grupos. Así emergieron tres factores biológicos con un peso decisivo.

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Los investigadores identificaron posibles dianas terapéuticas para aliviar la persistencia de recuerdos traumáticos.

Hormonas, microbiota y genes: las tres claves del miedo persistente

Uno de los principales descubrimientos se localizó en el sistema hormonal del estrés, conocido como eje HPA. En los ratones susceptibles, se detectaron niveles más altos de corticosterona (la principal hormona del estrés en roedores) y de CRH, la hormona que activa esa respuesta.

Además, presentaban una menor expresión del receptor NR3C1, encargado de frenar la actividad del eje una vez pasada la amenaza. Esta combinación refleja un sistema de estrés desregulado, incapaz de apagar la alarma del miedo.

También el intestino tuvo algo que decir. Los ratones resilientes presentaban una microbiota más diversa y rica en bacterias con propiedades antiinflamatorias.

En contraste, los animales susceptibles mostraban un ecosistema bacteriano menos variado y potencialmente proinflamatorio. “La relación entre microbiota y emociones ya no es una hipótesis: nuestros datos refuerzan que la microbiota intestinal puede modular el miedo”, señalan los autores.

La tercera clave apareció en el cerebro. En la amígdala, una de las principales regiones cerebrales que regulan el miedo, se identificaron 31 genes con actividad alterada en los ratones susceptibles. De ellos, 14 ya se han vinculado previamente a trastornos como la ansiedad, el estrés postraumático o la regulación del miedo en humanos y animales.

Esta “firma genética” podría ayudar en el futuro a identificar biomarcadores de vulnerabilidad al trauma.

¿Por qué las hembras son más susceptibles al miedo?

Otro de los hallazgos relevantes fue la diferencia en la respuesta de machos y hembras. En este modelo animal, los ratones hembra mostraron una mayor resistencia a la extinción del miedo, y un mayor porcentaje fue clasificado como susceptible. Aunque se trata de un experimento en animales, esta observación aporta pistas valiosas para futuras investigaciones.

“Estos resultados refuerzan la necesidad de incluir la variable sexo en los estudios preclínicos”, subraya Berrendero. “Durante décadas, los modelos en neurociencia se han basado casi exclusivamente en machos, lo que limita nuestra comprensión de diferencias biológicas clave”, insiste.

El proyecto, titulado INDIF-FEAR (PID2023-151223OB-I00), ha sido financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades dentro de la convocatoria Proyectos de Generación de Conocimiento 2023. En él participan también la Universidad Complutense de Madrid y el Parque Científico de Madrid.

Aunque se trata de una investigación en ratones, sus conclusiones abren nuevas vías para el desarrollo de biomarcadores diagnósticos y posibles dianas terapéuticas en humanos.

“El miedo es universal, pero la manera en que lo procesamos y superamos depende de factores biológicos que apenas estamos empezando a conocer. Entender esa variabilidad es esencial para avanzar hacia tratamientos más eficaces y personalizados”, concluye Berrendero.

La investigación continúa ahora en la búsqueda de nuevas herramientas diagnósticas y tratamientos personalizados que ayuden a mitigar el impacto del miedo persistente.

Un reto ambicioso que empieza por entender por qué algunas personas logran apagar el miedo… y otras no.